La Crisis y la Ética
A menudo olvidamos la estrecha relación existente entre las diferentes crisis de cualquier tipo (económicas, sociales, políticas) y los principios éticos, fundamentos indispensables de la vida en sociedad. Porque la Ética sólo tiene su razón de ser en el seno de una sociedad organizada como tal, en la cual los individuos asumen responsabilidades y gozan de derechos.
Si pudiésemos imaginar un mundo habitado por una sola persona, la Ética y todos sus derivados resultarían innecesarios. No se necesitarían reglas, no habría que fijar límites para tal o cual costumbre, para tal o cual práctica, porque careceríamos de la necesaria socialización, es decir, de la capacidad de perjudicar con nuestros actos a alguien.
Un análisis profundo de la historia de la humanidad nos muestra, de manera inequívoca, cómo las sociedades han avanzado cuando se han sustentado en sólidos principios éticos, y cómo han retrocedido o desaparecido cuando los han abandonado.
La situación actual nos conduce a una rotunda y definitiva conclusión que debería aterrarnos: hemos sacrificado nuestros principios éticos por el "todo vale". Cuando se desploma de manera fulminante todo un sistema económico mundial, lejos de lamentarnos, hemos de analizar y reflexionar sobre las causas que han producido tal desastre: el dinero se ha convertido en el dios todopoderoso, la especulación, en la manera cotidiana de actuar, la mentira, en la moneda de cambio diaria, la destrucción del adversario, en la meta a alcanzar. Política viene de polis, esto es, un inigualable intento ético de organizar la vida en sociedad. Y si se suprime lo ético de la práctica política, lo único que queda es un sálvese quien pueda.
Los partidos de izquierda poseemos un bagaje ético que jamás poseeran los partidos de derecha: nosotros enunciamos en nuestros postulados y defendemos en nuestros estatutos palabras como igualdad, libertad, solidaridad, justicia social. Pero nos hemos contaminado gravemente de la ideología, que no principios éticos, de los partidos de derecha: beneficio sin límite, desigualdad social, especulación, gasto sin medida. Ganamos los mismos sueldos, usamos los mismos coches, comemos en los mismos restaurantes, y vestimos los mismos trajes, aunque nos los paguemos. La confusión, por tanto, está servida. A las personas les resulta cada vez más difícil distinguir entre derecha e izquierda, porque todo el mundo se apropia verbalmente de las frases y de los principios del otro. Todo el mundo es solidario, pero todo el mundo despilfarrra. Ahora, todos los partidos políticos son los partidos de los trabajadores. Se persigue el voto como quien persigue a una liebre para darle caza y, a continuación, comérsela.
Debemos reflexionar profundamente desde la izquierda. Hemos abandonado nuestros principios éticos, y con ello hemos dejado al pueblo a merced de los lobos. Hemos olvidado la autocrítica y el análisis y ello puede significar una hecatombe para "los parias del mundo" Reflexionemos y actuemos. Pero desde una impecable ética de izquierdas.